LA CONFERENCIA…
LA CONFERENCIA, COMUNIDAD DE AMOR
En el Evangelio de San Juan, Jesús les dice a sus discípulos en la reunión de la última cena: “les doy un mandamiento nuevo, que se amen unos a otros como yo los he amado: ámense así unos a otros. En eso conocerán todos que son mis discípulos, en el amor que se tengan unos a otros” (Juan 13, 34-35). Y un poco adelante, en el mismo discurso: “les aseguro: quien cree en mí hará las obras que yo hago, e incluso otras mayores… Si ustedes piden algo en mi nombre, yo lo haré.” (Juan 14, 12-14)
Si releemos nuestra Regla, en el apartado 1.2 habla de la “vocación vicentina”, y afirma que “la vocación de los miembros de la Sociedad, llamados consocios vicentinos, es seguir a Cristo, a través del servicio a los que lo necesitan, y de esta forma ser testigos de su amor compasivo y liberador.
Refiriéndose a las reuniones de las Conferencias, en el numeral 3.3 nos dice que “los vicentinos se reúnen como hermanos y hermanas en presencia de Cristo, en Conferencias que son comunidades reales de fe y amor, de oración y acción”.
Estos tres párrafos anteriores hablan por sí solos, y encierran toda la filosofía y la vida de una Conferencia, incluso de la Sociedad entera. Sin contar que así debe ser mi esencia como cristiano.
Yo pienso y analizo en lo que vemos a diario en nuestro diario quehacer vicentino, en el cotidiano compartir de nuestros socios en sus conferencias, en el seguimiento que hacemos a nuestros usuarios, en el trato que damos a nuestros empleados, en la extensión que hacemos de nuestro interior vicentino a nuestra vida familiar y social.
¿Mi interrelación humana, en cualquiera de los diferentes ambientes donde me muevo, refleja mi “vocación vicentina”? Creo que es una pregunta válida ayer, hoy y mañana; es también válida para cada uno de nosotros, socios vicentinos, y más válida aún en nuestra interacción con nuestros consocios y con nuestros usuarios.
Seguramente nuestros fundadores lo vivieron, como lo vivieron los primeros cristianos, según nos relatan los libros sagrados del Nuevo Testamento. ¿184 años después, en la Sociedad de San Vicente de Paúl de Medellín, próxima a cumplir 135 años de fundada, podemos sentir que este legado de Federico Ozanam y sus compañeros de la primera Conferencia, se puede palpar en nuestra vida de Conferencia y en nuestra labor vicentina?
Y la pregunta final: ¿si se hace difícil respodernos esta pregunta con sinceridad, somos vicentinos?
Dios me los bendiga.
José Arturo Ramírez.